sábado, 22 de julio de 2017

Curse of the undead (Edward Dein, 1959)






Era cuestión de tiempo que el sincretismo entre dos géneros en apariencia tan opuestos como el western y el cine de terror (más concretamente el de vampiros) probara a ensamblarse para dar nueva savia a ambas temáticas. Ocurrió a finales de los cincuenta, un momento determinante para el cine del oeste con títulos como “Horizontes de grandeza” (William Wyler, 1958), “Río Bravo” (Howard Hawks, 1959) o “Centauros del desierto” (John Ford, 1956), que corría en paralelo al resurgimiento de los “chupasangres” gracias a la Hammer con el “Drácula” de Terence Fisher (1958).

Los presupuestos para esta primera incursión bastarda no podían ser más adversos: la encargada de inaugurar el tránsito entre inquietantes vampiros y rudos vaqueros no fue otra que Universal Pictures, sumida en una de sus etapas de mayor decadencia, antes de ser absorbida por MCA. Así nace “Curse of the undead”, más cercana técnicamente al “The Vampire” de Lew Landers o a “Cinco pistolas” de Roger Corman que a cualquiera de los títulos citados al principio de esta reseña. Es decir: parámetros de serie B para un experimento que, no obstante, acabará saldándose con un apañado registro que logrará atenuar sin demasiados problemas sus limitaciones logísticas.






El encargado de asumir tamaña responsabilidad será Edward Dein, guionista de títulos tan referenciales como “The Leopard Man” (Jacques Turneur, 1943) o “Calling Dr. Death” (Reginald Le Borg, 1943), esta última película inaugural de la serie de terror psicológico “Inner Sanctum” para lucimiento del inefable Lon Chaney Jr. Para el momento de la realización de “Curse of the undead”, Dein ya se había puesto previamente al frente de las cámaras como director en lugares tan insospechados en teoría como España o México, reincorporándose ya a mediados de los cincuenta al mercado doméstico con “Shack out on 101”, melodrama playero que escondía en sus sótanos una peligrosa amenaza nuclear en ciernes, justo en el mismo año que Robert Aldrich planteaba un trasfondo similar –pero mucho más arriesgado e iconoclasta- en la perturbadora “Kiss me deadly”. Completa la improvisada trilogía personal de películas visionadas –y recomendadas-, a falta de disfrutar con su temprana etapa hispanoamericana, “The Leech Woman” (1960), una excéntrica cinta de terror aún más barato con la pócima de la juventud eterna supurando en el departamento de maquillaje.

Escrita -al igual que la citada “Shack out on 101- a medias con su mujer Mildred Dein, “Curse of the undead” tiene todos los ingredientes que se le presuponen a tan ambicioso maridaje cinematográfico: la lucha entre el bien y el mal –ciencia y religión, esta vez, a un lado; superstición, tinieblas y osadía vital, de otro), la lucha por el poder terrenal –ejemplificado en la especulación del suelo rústico-, la (normalizada) corrupción al margen de la ley –que el sheriff local tratará de arrebatar al terrateniente- y una maldición ancestral revoloteando por todo el metraje.






La familia del médico del pueblo es asediada por el latifundista de turno, acusado este último de una sucesión de extrañas muertes ocurridas tanto dentro como fuera del entorno doméstico del galeno. Es en el conflicto entre ambos bandos cuando entra en escena Drake Robey, un misterioso asesino a sueldo que sumirá aún más en la zozobra a todos ellos, empujándolos a un caos que él mismo parece haber provocado.


Soberbia, necrofilia, concupiscencia, celos, codicia y remordimientos imposibles en una película sugerente en las escenas nocturnas y convenientemente enrarecida en las que se suceden a la luz del día o alrededor del alumbrado de la taberna. Actores mayormente convincentes –a la cabeza el histórico John Hoyt en un papel demasiado breve- y diálogos concisos y certeros (“Sin el diablo usted no tendría profesión”, le dice el llanero solitario al pragmático sacerdote o “no falla: basta con haber infringido la ley y contratar un abogado para defenderse”, le canta el tipo de negro al mafioso local) que, sumados a un final no por esperado menos freak hacen de “Curse of the undead” un competente film –esforzadamente pionero- que logró aunar con eficacia estacas importadas de Transilvania con duelos al sol en plena expansión colonial.

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