sábado, 30 de julio de 2016

Discos imprescindibles del pop japonés (III)






SAEKO SUZUKI – “Visinda Og Leyndardómur” (Dear Heart, 1984)

Disco compuesto entre Mari Fukuhama (de Real Fish), el marido de Saeko (Keiichi Suzuki, de Moonriders) y la propia Saeko (ex-Films). Aparentemente un álbum de tecno-pop de fácil digestión, viene intercalado por instrumentales bizarros, donde la colisión entre cajas de ritmos, teclados insistentes e inconformistas y discontinuos arreglos de cuerda lo hace posicionarse no muy lejos de otros artefactos de la época como las grabaciones más sintéticas de Franco Battiato -también mezcla orientalismo y oblicua intelectualidad con yuppismo de serie B- o el “Amour Toujours” de la francesa Lio.

Las canciones propiamente dichas son de pulso radiante –“Kagi To Stamp”, “Okashinaokashina Ferryboat”, “Lovely Planet”- pero también añorantes de las melodías de las cajas de música –“Mahow No Kuni”-, de estructuras y arreglos con suficientes sorpresas en sus evoluciones para poder hablar de un trabajo ambicioso y poco acomodaticio.

Por intermediación de Keiichi tendría lugar un tiempo después la colaboración de los mismísimos Andy Partridge y Dave Gregory en el posterior “Studio Romantic” (1987) de Saeko, donde se hacía una versión del “Happy Families” que los XTC habían compuesto en teoría expresamente para la película “She’s Having a Baby” de John Hughes.










YUKAKO HAYASE – “Soutsu” (Sixty, 1985)

Actriz desde finales de los setenta y cantante a partir de este su disco de debut. Empieza y acaba con sendos arrullos que escoltan otras ocho canciones donde hay pop-rock erudito revestido de ritmos calenturientos –"Sartre de Nemurenai", “Cecil Cecil”-, bossa nova –“Butterfly”-, pop garboso a la francesa –“Le Cabaret”-, sophisti-pop expansivo –“I Want To Die on Wednesday”- y hasta aires de music-hall –“Pink de Chapeau”-. La imaginación y la diversidad al poder. La carrera de Hayase no volvió a contar con un despliegue de canciones tan atinado, y por ello este “Soutsu” queda para la posteridad, aparte de cómo su disco más valioso, como uno de los grandes álbumes de city pop, esa corriente también típicamente nipona que cristalizó en los años setenta y que era una especie de pop elegante, adulto y urbanita –como el mismo nombre indica- cuyas producciones hoy suelen sonar un tanto trasnochadas. Pero no es el caso.










 DIP IN THE POOL – “10 Palettes” (Moon, 1988)

Este dúo –bautizado con el título de un cuento corto de Roald Dahl- en sus inicios hacía un pop abstraído, minimalista y pausado, más ‘ambient’ que ‘dream’.  Su cantante –Miyako Koda- gastaba un look a la manera de Tracy Thorn, pero su música entonces estaba más cerca de su paisana Anna Domino o de la Virginia Astley más pop que de Everything But The Girl, aunque con el paso del tiempo arreglaran más sus canciones y les diera ya en los noventa por convertirse en los Swing Out Sister japoneses.

“10 Palettes”, su segunda grabación, gana en efusividad con respecto al debut, hoy convertido por otro lado en disco de culto en su país. Esta continuación se compone de diez canciones cosmopolitas, más valientes y (algo más) bulliciosas: con un trote que no por ello deja de lado el espíritu recogidamente autárquico de sus comienzos. Gana en extroversión y, por tanto, en versatilidad, y eso se acaba pagando (para bien). Recuerda poderosamente a “Cardiffians”, la obra maestra de Ian Devine y Alison Statton: es el mismo pop detallista, a la vez circunspecto y retozón, en el lado completamente opuesto a la vulgaridad.

Después de abandonar a finales de los noventa, volvieron hace bien poco (el año pasado) para demostrar que siguen facturando muy buenas y refinadas canciones.










FLIPPER'S GUITAR – “Three Cheers For Our Side” (Polystar, 1989)

“Las escuchas compulsivas de los primeros Aztec Camera (“Boys Fire The Tricot” o la canción que le hubiera gustado escribir a Andy Pawlak), The Monochrome Set (“Sending To Your Heart”) o Sarah Records (“My Red Shoes Story”, “Goodbye, Our Pastels Badges”) pilotan sobre su álbum de debut -“Three Cheers For Our Side”, 1989-, vitaminado y repleto de melodías de fantasía y arreglos adictivos (“Happy Like A Honeybee”), paradigma de estreno cargado de ideas, apropiaciones y fervor adolescente. (…) Luego vendrían las carreras en solitario: Keigo Oyamada como Cornelius (sólo parece interesante su iniciático “The First Question Award”, que todavía mantiene parte del espíritu Flipper’s Guitar antes de convertirse en ese chamán de revista de tendencias al uso a base de poliédricos muzaks electrónicos más próximos al tostón pseudo-experimental que a otra cosa) (…)“

Como básicamente sigo pensando lo mismo, corto y pego de la entrada que les dediqué hace casi tres años en lo concerniente al primer lp de este exquisito grupo de indie-jangle pop y que se puede consultar completa aquí. Un grupo ya merecidamente legendario.










PIZZICATO FIVE – “Bossa Nova 2001” (Triad, 1993)

Deberían sobrar las presentaciones y las consideraciones: el mejor grupo japonés de todos los tiempos frente a la que es, sin lugar a dudas, su obra maestra. Uno de los discos clave de la década de los noventa y también de la eternidad. Para los que conocíamos desde aquella década los recopilatorios concebidos para el mercado occidental (“Made in USA” o “The Sound of Music of Pizzicato Five”, publicados a través del sello Matador), descubrir el contenido íntegro de este “Bossa Nova 2001” supone un festín para los sentidos como pocas veces se puede uno encontrar en un disco de pop, pues incluye las mejores canciones de los ya por sí fastuosos listados.

Hagamos memoria: “Sweet Soul Revue”  fue sintonía del programa radiofónico "Déjate besar" del otrora distinguido Jorge Albi, “Magic Carpet Ride” funcionó de cortinilla para "El Ambigú” de Diego A. Manrique en su etapa en Radio 3 y “Sophisticated Catchy” hizo lo propio para “Lo + Plus” de Canal +.

“Bossa Nova 2001” no da tregua: tiene además “Peace Music” (¿la mejor canción del P5?) y otros clásicos de su repertorio como “Sweet Thursday”, “Go Go Dancer” y prácticamente todas -16 cortes en total-, dejando para el final una “Cleopatra 2001” que bien vale toda una carrera. El elixir de la perpetua juventud.

Los padrinos del Shibuya-Key: Bacharach en vena, obsesión por los sonidos cariocas (Marcos Valle), el dance pop más sofisticado o la pronunciación francesa, todo ello gentileza de uno de los francotiradores más exquisitos, desprejuiciados y sabios: el emperador pop Yasuharu Konishi (¿para cuando una estatua en cada rincón de Shibuya, a la manera de Ultraman?), flanqueado a lo largo de su trayectoria por diferentes vocalistas, de las cuales Maki Nomiya (que ya aparece aquí) es la más duradera y representativa.

Otros discos imprescindibles: “Pizzicatomania” (selección de sus primeros singles, cuando eran prácticamente un trío de techno kayo y tenían otra cantante), “The International Playboy & Playgirl Record” y “The Fifth Release from Pizzicato Five.”

A new stereophonic sound spectacular!




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