viernes, 3 de julio de 2015

Dilermando Pinheiro






Uno de los mayores damnificados por la revolución sonora que supuso la irrupción de la bossa nova fue este intérprete carioca que hizo sus armas fundamentalmente en la década de los cincuenta. Dilermando Pinheiro, como puntal del samba-canção más ingenioso y clarividente de la época, otorgó a los clásicos del género un plus de liviandad –además del que ya venía de fábrica- en perfecta armonía con el respeto de sus lecturas y el progreso en las formas.

Frecuentó a los más grandes (Noel Rosa, Ary Barroso, Francisco Alves, Wilson Batista) potenciando la intención de los versos de todos ellos, entre el descaro y la ocurrencia refinada. Siempre percutía su propio sombrero de paja, lo que acabó convirtiéndose en marca de la casa, reclamo inevitable y motivo de portadas originales y recopilatorios posteriores de su figura.





Además de grabar excelentes discos a su nombre (“Lulu de Madame”, “Sambas do Passado Vol.2” o “E Samba Mesmo!”, entre los años 56 y 58) compartió cartel en otros con incuestionables figuras del batuque y el samba. “Trombone Zangando”, junto a Raúl de Barros, uno de los más audaces trombonistas brasileños de todos los tiempos -que alcanzaría la cúspide mediática junto al gran Sérgio Mendes-, es un disco que pondera el espacio de uno y otro alternando instrumentales desbocados a cargo de Barros con piezas donde Pinheiro canta sobre temas como las andanzas de los playboys de Copacabana mientras pone el acento en el costumbrismo hilarante de aspirantes a soprano sin oído ni aptitudes vocales, tentando a la paciencia del vecindario.





Después de un largo periodo de silencio, la televisión le dio una nueva oportunidad, ni más ni menos que junto a Cyro Monteiro –institución del samba- en el espacio Teleco Teco, en 1966. Fue uno de los programas más celebrados del momento que acabaría registrado para la posteridad, como tantos, en un vinilo hoy muy cotizado y considerado por cualquier buen aficionado al samba más desprejuiciado y contingente. Entre inspiradas bromas y chistes instantáneos, Cyro y Dilermando cuajaron una actuación imperecedera entre clásicos propios (Monteiro) y ajenos (Caymmi o los poemas de Vinicius de Moraes musicados por Baden Powell). Fiesta asegurada que, desgraciadamente, apenas tuvo continuación. Los problemas del corazón que a Pinheiro ya le habían dado algún susto en el pasado se presentaron tiempo después, en un segundo comeback también para la televisión, apagando para siempre su estrella. Afortunadamente nos quedan sus discos y sus fantásticas interpretaciones incluidas en ellos donde la frescura y la alegría de vivir para contar las aventuras más divertidas permanecerán indelebles en la memoria de sus seguidores.

“Até amanhã”, Dilermando!.



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