miércoles, 16 de abril de 2014

Paolo Conte, “Paolo Conte” (1984)






Escoger un solo disco de Paolo Conte es misión imposible, a no ser que anden de por medio -para el que lo hace- cuestiones sentimentales o de índoles similares. Y no va a ser el caso. Así que me decido por uno prácticamente al azar. Los fans del piamontés somos así de chulos y andamos así de sobrados. Mañana podría ser otro; ayer hubiera sido un tercero y así ad eternum. Desde que un buen día –con 37 años: nunca es tarde si la dicha es buena- decidiera pasar de componer para otros y dedicarse un poco más a él mismo, pocas discografías tan apabullantes y con escasos resquicios para el desliz, el vacío o la negación.

Quizá mejor hablar de periodos favoritos: la de los ochenta fue para Conte una década especialmente fértil en inspiración, frescura y canciones memorables, de esas que marcan a fuego un buen repertorio. Y en “Paolo Conte” (1984), el tercero –y de momento último- de los discos homónimos oficiales del artista hay mucho de eso. Tanto que podríamos pensar por ello que sería el disco perfecto para iniciados. Es posible. También uno de los más imprevisibles y variados. Pero este “Paolo Conte”, sin embargo, no se cuenta entre los discos –creo yo- más completos del autor de “Un gelato al limon”: ese honor debería recaer en otros de la talla de “Paris Milonga”, “Appunti di Viaggio” o “Aguaplano”. Es decir, sus compañeros de viaje en la década indicada.





“Paolo Conte” (su sexto álbum), para empezar, está marcado por su primer cambio de compañía discográfica. Venía de casi diez años con RCA, y la elegida para el salto a otros horizontes sería la milanesa CGD Records, donde previamente habían triunfado ilustres tan dispares como Gigliola Cinquetti, Gino Paoli, France Gall, Marcella Bella o Ennio Morricone. Otra novedad: empieza su estrecha colaboración con Renzo Fantini (como manager y arreglista), complicidad que se prolongará prácticamente hasta nuestros días.


Estas son las diez canciones que lo componen:


“Sparring Partner”. Una de las ineludibles en sus shows. Incluida un año antes en versión instrumental en la película “Tu mi turbi”, que supuso el debut de Roberto Benigni tras la cámara. En cuanto tuvo letra se convirtió ni más ni menos que en un poema pugilístico donde Conte tan sólo utiliza el inglés para nombrar y titular la pieza: uno de esos recursos habituales en un autor que, como siempre ha reconocido, tan sólo domina dicho idioma para soltar frases puntuales o titular alguna canción.

“Chiunque”. La fauna continúa. Si en el simbolismo de la anterior entraba un mono, un tigre y hasta un elefante, en ésta aparece el zorro, pero como el personaje literario y cinematográfico que ha quedado en el subconsciente popular para contar una historia de despedida y consuelo, dominada por el saxo tenor y la voz confidencial e irónica de Paolo.





“Come Di”. Ecos de foxtrot, tan habituales en él desde el primer disco, para un texto que se empapa de la estética vintage con el fin de recrear los escenarios donde dicho género tuvo sus más claros días de gloria: trenes, hoteles y binoculares.

“Simpati – Simpatia”. Sólo le ha hecho falta acercarse una vez al post-punk para sentar cátedra, mientras cientos de miles de grupos “siniestros” con discografías interminables jamás podrán siquiera igualar esta deliciosa y oscura pieza donde Paolo aprovecha para empaparse lo justo de los sonidos del momento y lanzar una reflexión sobre la fama y sus máscaras.

“The Music, All?”. Instrumental contenido con el vibráfono –a cargo del propio Conte a la manera de Hampton en la orquesta de Goodman- y los sutiles cambios de ritmo como moneda de cambio.





“Sotto Le Stelle Del Jazz”. Un homenaje al género en forma de pequeña autobiografía –frente a los que no entienden sus múltiples rompecabezas- y la segunda de las imprescindibles en los conciertos.

“L'Avance”. Si “Paris Milonga” supuso una ofrenda en toda regla hacia el tango y la tarantela –aunque siempre estuvieron presentes en el resto de grabaciones-, en el crisol tan heterogéneo que propone aquí PC no puede faltar el balanceo porteño. Una joya oculta no especialmente reconocida con el particular surrealismo zoológico en los versos.

“Gli Impermeabili”. El “Mocambo” es un bar de provincias al que recurre Conte para fantasear con diferentes historias que irán tomando forma en distintas canciones, de tal manera que existe toda una saga temática de las mismas. Todo empezó con “Sono qui con te sempre più solo”, del disco de debut del 74, siguió con “La ricostruzione del Mocambo” del segundo (1975), y cuando parecía que con ésta se cerraba la trilogía del bar imaginado, en 2004 se convirtió en tetralogía con “La nostalgia del Mocambo”, en el disco “Elegía”. “Gli Impermeabili” habla de un encuentro fugaz y ambiguo con la lluvia de fondo y la oscuridad como panteón sagrado. Musicalmente recurre a insistentes teclados y caja de ritmos nada excesivas pero propias de los ochenta, además del kazoo, el instrumento inventado por Conte que suena a una mezcla entre trombón y silbato. Hay quien prefiere las versiones más naturalizadas de esta canción en directo y los hay que, como yo, prefieren todas porque esto es un clásico total.





“Come Mi Vuoi?”.  Emoncionantísima canción con la misma predisposición instrumental que “Chiunque”. “Dame un sandwich y un poco de indecencia” o cómo revestir –nuevamente- de surrealismo la compleja línea entre la simulación del espectáculo y las necesidades más básicas, entre la ilusión y el negocio.


“Macaco”.  Conte se despide a ritmo de foxtrot –y music hall- de nuevo con una letra incomprensible pero que, como muchas otras, acomoda los versos a la melodía con total naturalidad, consiguiendo el deseado efecto hipnótico.

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