lunes, 8 de marzo de 2010

Rusia gótica



Partiendo de un relato a la manera de “El manuscrito encontrado en Zaragoza” –bien podría parecer “El anillo” un capítulo de aquella obra multidimensional-, a propósito de una maldición que se propaga como una infección misteriosa, siguiendo con una fábula explícitamente titulada “El hombre lobo” –y orientada como tal-, con todo el mecanismo propio del mito, y continuando con una charla algo extraña pero también locuaz y distendida con sorpresa final –“Los invitados inesperados”-, esta reveladora compilación de cuentos rusos con la que casi se estrenó la nueva editorial Nevsky Prospects el año pasado -editorial especializada en la literatura de aquél país y en todo aquél que algún vez se adentró en su composición cirílica-, esta reveladora compilación cubre con estos tres primeros ejemplos un paisaje estepario, de profunda raigambre rural, condensada en supersticiones y hechizos, para pasar al escenario más bullicioso y urbanita de “La vendedora de pasteles”, el relato más largo e intenso de todo el lote, con los destellos más genuinamente góticos –entendidos como fascinación por lugares cerrados y opresivos- de la colección. Como extras, un inacabado y algo surrealista Lérmontov –quizá a priori el autor más conocido de esta selección, aquél con el que ilustró el bueno de Edwyn Collins su "Dr. Syntax"- con un “Stuss” que juega con soluciones espacio-temporales y pistas incompletas en lo que podría presuponerse –echando mano de elucubración personal- como un precursor involuntario de aquella “La casa en el confín de la tierra” de Hodgson. “La isla de Bornholm”, bucólica y truculenta, romántica e inasible, cierra este muestreo de lo que fue un pedazo de esa Rusia neblinosa y folclórica, oculta y despiadada que ahora aflora en nuestro idioma, como otras tantas obras –abarcando todo tipo de géneros, disciplinas y épocas- que promete Nevsky, empeñada en dar a conocer el perfil menos conocido de autores ya consagrados (Pushkin, Dostoievsky), así como de otros mucho menos ubicuos y no por ello desdeñables, como bien prueba esta breve pero provechosa antología -todo primera mitad del XIX-, rigurosa y ajustada en su criterio.

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